EASTER WEEK

Es lo que tiene en un año donde la nieve ha cubierto buena parte del Pirineu Català. Ya metidos en el mes de abril y la estampa que se veía desde 2900 metros era de un manto blanco que puede ser que dure unas cuantas semanas más.
Justo el tiempo para intentar volver a probar las mieles de una nueva modalidad descubierta estos días y del que la Fine Line era un buen exponente. El ski de montaña en su faceta de iniciación aunque fuera salvando casi 1000m de desnivel subiendo desde la estación de Eyne hasta Cambre D' Aze. Accediendo por la pista roja con un par de dígitos de desnivel y llegando a las fitas a más de 2500m ya por terreno virgen.
Nos juntamos Juanjo, Oscar y yo tras hacernos con un material alquilado a estrenar. Empezábamos el domingo a las 9 de la mañana con un sol radiante. A los pocos minutos, el esfuerzo de ir arrastrando a las focas hacía sudar de lo lindo. Es lo que tiene ser iniciado, que uno lo coge con muchas ganas y sale a todo gas. En cuando la cosa se ponía complicada había que acudir al paso maría e ir trazando triángulos so pena de ir resbalando hacia atrás. Brutal como se pegan las pieles a la nieve. En caso de no haber hielo, se podía ir haciendo sin problema. El handicap los movimientos de los pies, sobretodo los talones dentro de la bota. Y eso que llevábamos crema milagrosa para la ocasión pero cada paso era un roce que tenía que derivar inexorablemente en ampolla. Con mochila y camelbag sin dar tregua. Sudando la gota gorda. Casi en camiseta de manga corta. Salvado gran parte del desnivel, ir siguiendo las trazas una vez llegados a la altura del último remonte. Y el sol dando de cara y sin gota de viento. Viento que por cierto soplaba el día anterior cuando dijimos de enfrentarnos al mismo desnivel subiendo por la Couleé esta vez enfundados en raquetas. Qué dolor de piernas en la bajada. Y en esas estábamos, al día siguiente jugando a ser jornets.
Justo al pasar por la fita donde el día anterior nos dimos la vuelta, veíamos a lo lejos otros esquiadores que seguían subiendo. Si la propuesta era seguir hasta el Pico, no iba a ser yo quien diera media vuelta. Las condiciones era idóneas y la ocasión lo merecía. A todo esto, que llegadoa a la cornisa principal, Juanjo reparó en que había que atar los skis a la mochila y seguir progresando a pie. Oscar apareció con grampones más chulo que un ocho, advirtiendo de nuestra parada inconsciente en la cornissa para proceder a la operación de montaje. Yo en estas peleándome con los nudos de mi limitada quechua. En esas que me colgué los skis a la espalda y continuamos seguiendo las marcas a escasos metros de unas espectaculares cornisas que dibujaba la cresta. Y nosotros sin pinchos y con botas en algunos pasos con hielo. De un lado la cornisa y del otro una interminable pendiente que de caerse algo de material imposible bajar a recuperar a no ser que se cambie de valle. Yuyu. Esto del ski fuera de pistas requiere de preparación, experiencia y toma de decisiones. Una vez llegados al pico decidimos deshacer lo andado y no seguir en circular. Para increible a casi 2900 disfrutando de unas vistas espectaculares. Tras algunos paso cautos saludar a unos cuantos que siguen por el mismo camino, volvemos a desmontar el tinglao, casi me olvido de quitar las pieles de foca, y apreciamos la inestabilidad de esos skis por la nieve dura. Ahí no hay pista, hay que sortear obstáculos y decidir la trazada de bajada. Tras unos metros, le coges el truco a las sensaciones y empiezas a disfrutar como un enando por la inmensidad de la montaña cubierta de nieve. Por orientación a la zona de las pistas, esos metros se hacen indescriptibles. Guapísimo bajar en esas condiciones.
Con ese subidón, alcanzamos la roja y bajamos a todo tren con los piernas echando fuego. Las botas bien apretada para compensar unos skis que están hechos más para subir que para bajar. Pero con todo y con eso acabamos fundidos en cota 1700 preparados para coger forfait de mediodía e irnos a St Pierre con toda la family para seguir esquiando notando eso sí cada flexión.